En 1997, David Bowie ganó 55 millones de dólares sin trabajar. O, para explicarlo mejor, a partir de las ideas que ya había desarrollado. Aunque no todos los artistas lo entienden, la propiedad intelectual genera riqueza.
Gracias a un trato con una compañía de seguros e inversiones estadounidense, Bowie recibió ese dinero ofreciendo como colateral las regalías de sus 25 discos editados antes de 1990.
La inversión, proyectada a 10 años, prometió un retorno de la inversión más alto que el ofrecido por los bonos del Tesoro (Estados Unidos). Bowie usó el dinero para comprar los derechos de algunas canciones a su representante anterior.
A pesar de la distribución ilegal de música en formato MP3, los Bowie Bonds pagaron los intereses prometidos. El cantante, además, recuperó los derechos por regalías al finalizar el trato.
Esta curiosa anécdota se recuerda con cada aniversario del nacimiento o muerte del “Camaleón del Rock”. ¿Pero cómo esta innovadora forma de monetizar la fama sigue vigente?
“Invierte en Celebrity Bonds”
Luego de Bowie, otros artistas y disqueras se sumaron a la idea de usar las regalías de su catálogo musical como garantía. Motown Records, James Brown, Iron Maiden y Rod Steward fueron algunos de los que se montaron en la tendencia.
En el negocio de la música, los artistas generan regalías por sus composiciones (melodías, letras) o por su participación como intérpretes en grabaciones. Esto salvo que hayan acordado recibir un único pago en vez de trabajar por porcentaje.
Además del catálogo musical, la garantía de estos bonos puede componerse de ingresos recibidos por sincronización (cuando una canción es usada como banda sonora de una serie, por ejemplo), o productos promocionales (merch).
Esta diversificación de fuentes de ingreso puede explicarse por cuenta de los montos cada vez más bajos que los artistas reciben por regalías. Usualmente, quien diseña una plataforma de streaming no entiende cómo los artistas generan y retienen valor.
El negocio evolucionó hacia la creación de fondos de inversión en línea que crean activos financieros a partir de catálogos musicales, permitiendo incluso la posibilidad de comprar y vender regalías como si fuesen acciones. Algunos de ellos permiten participaciones minoritarias. ¿Pero por qué le interesaría a un fan comprar “acciones” de sus ídolos?
“Fame… What you need you have to borrow”
Cuando pensamos en nuestras canciones favoritas, seguramente recordamos lo que nos hacen sentir. La conexión emocional que se establece entre el artista y su público es lo que genera valor.
Desde una visión romántica, parecería que convertir esa relación en un activo similar a una acción en bolsa rompería ese “vínculo”. Es decir, eventualmente, ese valor podría destruirse.
Quebrar esa relación no perjudicaría a los artistas con una carrera ya establecida. Sin embargo, haría más difícil para un artista nuevo o poco reconocido el establecer su “valor” en su propia comunidad.
Si algún talento nuevo tiene éxito eventualmente, es deseable que conozca las implicaciones en el largo plazo de este tipo de acuerdos. De paso, que se informe sobre cómo funciona el negocio de la música (sin importar si es un artista independiente o respaldado por una disquera).
También sería deseable que los músicos e inversores actualicen sus conocimientos constantemente. Los cambios generados por las plataformas digitales, la distribución de música en línea y la composición de música con IA a partir de inputs en lenguaje natural hicieron y harán que nada sea como antes.