La integración de dispositivos inteligentes redefine la vida doméstica en América Latina: un mercado en expansión que exige visión estratégica, ética y sostenibilidad.
Una escena cotidiana: una mujer en Ciudad de México llega a su apartamento después de una jornada intensa. La puerta se desbloquea con reconocimiento facial, las luces se encienden con la intensidad justa, y un algoritmo ya ha ajustado la temperatura según sus hábitos. Mientras prepara la cena, un altavoz inteligente le recuerda la reunión del día siguiente y el refrigerador sugiere una lista de compras.
No se trata de ciencia ficción. Este retrato refleja la aceleración de un fenómeno que está remodelando las dinámicas del hogar a nivel global. Según Statista (2024), el mercado de hogares inteligentes alcanzará los 231,6 mil millones de dólares en 2028, con un crecimiento anual sostenido. En América Latina, donde las ciudades se expanden y los costos energéticos presionan los bolsillos, la adopción de soluciones inteligentes ya no es un lujo, sino un horizonte inevitable.
La gran cuestión para la región no es si esta revolución llegará, sino cómo lograr que sea un motor de competitividad, inclusión y sostenibilidad.
“El mercado global de hogares inteligentes alcanzará los 231,6 mil millones de dólares en 2028.”
(Statista, 2024)
Los hogares inteligentes son la manifestación más cercana del Internet de las Cosas. Lo que comenzó como domótica para elites ahora es una red global de dispositivos interconectados. Deloitte (2023) confirma que más del 50 % de los consumidores en Estados Unidos ya utilizan al menos un dispositivo conectado en casa. Europa avanza impulsada por la agenda verde y los incentivos de eficiencia energética.
América Latina, sin embargo, vive un escenario dual. El BID (2024) advierte sobre la brecha digital y los altos costos iniciales, pero también destaca la creatividad de startups que están democratizando el acceso con soluciones asequibles. Brasil, México y Colombia lideran el camino: solo en Bogotá, la Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones reportó un crecimiento del 25 % en ventas de dispositivos de domótica en 2023.
El desafío está en consolidar un ecosistema local que no dependa exclusivamente de gigantes tecnológicos extranjeros, sino que impulse cadenas de valor propias.
“En América Latina, el crecimiento en ventas de dispositivos de domótica superó el 25 % en 2023.”
(CCIT, Colombia)
El origen de esta tendencia remite a la domótica de los años ochenta, pero su salto cualitativo se debe a la convergencia de tres factores: la inteligencia artificial, la conectividad 5G y la caída en los precios de los sensores. Hoy, los dispositivos no solo ejecutan órdenes, sino que aprenden, predicen y se adaptan.
A diferencia del pasado, el valor ya no está en el artefacto aislado, sino en el ecosistema. Amazon Alexa o Samsung SmartThings no venden dispositivos, sino plataformas de vida digital. Y ese es el punto: la batalla estratégica no es por el hardware, sino por quién controla la experiencia del usuario y, en consecuencia, los datos.
En el plano local, startups de proptech y servicios como Hogaru (Colombia) o GetNinjas (Brasil) muestran cómo la automatización se integra con soluciones de mercado laboral y servicios domésticos. Pero los riesgos no son menores: McKinsey (2023) alerta que cuatro de cada diez usuarios desconfían de la privacidad de sus datos, y América Latina carece de marcos regulatorios sólidos en ciberseguridad para hogares inteligentes.
En este contexto, las empresas que logren equilibrar innovación con confianza tendrán la ventaja competitiva más valiosa.
“El verdadero negocio no está en el dispositivo,
sino en la plataforma que controla la experiencia del usuario.”
Aplicaciones prácticas
La innovación no se agota en la comodidad. Los dispositivos inteligentes pueden convertirse en catalizadores de desarrollo:
- Vivienda social con eficiencia energética: sensores de bajo costo para reducir facturas de electricidad y agua.
- Seguridad comunitaria: sistemas de cámaras inteligentes con alertas vecinales en tiempo real.
- Salud preventiva: dispositivos que monitorean signos vitales de adultos mayores y envían reportes médicos.
- Retail predictivo: electrodomésticos conectados que optimizan el abastecimiento doméstico.
- Inmobiliario competitivo: proyectos de vivienda que incorporan domótica como valor agregado diferencial.
Metodologías como Design Thinking permiten diseñar estas soluciones desde la perspectiva del usuario, evitando la tentación de imponer gadgets desconectados de la realidad local.
“La verdadera innovación en Latinoamérica será convertir
la conectividad doméstica en un derecho, no en un lujo.”
El futuro de los hogares inteligentes no puede medirse solo en eficiencia. La OCDE (2024) insiste en que la innovación debe incluir principios de sostenibilidad y ética. Esto significa materiales reciclables, dispositivos de bajo consumo y, sobre todo, reglas claras para proteger datos personales.
En una región marcada por desigualdades, la verdadera innovación será garantizar que la conectividad doméstica no sea privilegio de unos pocos, sino un estándar inclusivo. La narrativa empresarial que ignore esta dimensión social perderá legitimidad en el mercado.
Los hogares inteligentes representan mucho más que dispositivos conectados: son la antesala de un nuevo pacto entre tecnología, sociedad y sostenibilidad. América Latina tiene la oportunidad de no ser simple consumidora de gadgets importados, sino creadora de soluciones locales que combinen innovación y propósito.
La pregunta que queda abierta es simple, pero decisiva: ¿será esta revolución doméstica un lujo aspiracional o un derecho accesible que transforme nuestra forma de habitar el futuro?
“La innovación será legítima solo si reduce brechas y garantiza inclusión digital.”
(OCDE, 2024)