“La economía del futuro es regenerativa por diseño” — Ellen MacArthur (Fundación Ellen MacArthur).
En un mundo marcado por las crisis ambientales, la escasez de recursos y las profundas desigualdades, el modelo económico tradicional —ese de usar y desechar— ha demostrado ser insostenible. Es hora de dar un giro. La economía circular aparece como una alternativa real, una nueva forma de hacer negocios que cuida del planeta, de las personas y de los resultados financieros. No se trata solo de reciclar; se trata de repensar todo desde el principio: cómo diseñamos, producimos, usamos y descartamos.
¿Qué es la economía circular y por qué importa?
La economía circular se basa en tres principios clave: eliminar residuos desde el diseño, mantener los productos y materiales en uso por más tiempo, y regenerar los sistemas naturales. En palabras simples, es una economía que imita a la naturaleza: todo se transforma, nada se pierde.
Esta forma de pensar se ha difundido gracias al trabajo de la Fundación Ellen MacArthur, que ha liderado la conversación global sobre el tema. A diferencia del modelo lineal, la economía circular propone cambiar las reglas del juego desde el comienzo, buscando que los productos duren más, se repare lo que se dañe, y se aprovechen mejor los materiales.
Ken Webster, autor de “The Circular Economy: A Wealth of Flows” (2015), explica que esta visión redefine el valor y la eficiencia empresarial, integrando ciclos técnicos (tecnología y manufactura) y biológicos (naturaleza y alimentos) en una misma lógica productiva.
“El verdadero progreso es aquel que logra hacer más con menos” — Buckminster Fuller.
Economía circular: una ventaja competitiva
Lejos de ser un lujo, la economía circular representa una ventaja clara para las empresas. Según un estudio de Accenture Strategy (2015), los modelos circulares pueden aumentar la rentabilidad hasta en un 30%. ¿Cómo? Reduciendo costos, creando nuevas fuentes de ingreso, y conectando con consumidores que valoran la sostenibilidad.
Ejemplos no faltan. Philips, por ejemplo, ya no solo vende bombillas: ofrece servicios de iluminación, garantizando mantenimiento y eficiencia. Patagonia promueve la reparación de sus prendas para alargar su vida útil. En Colombia, Conceptos Plásticos transforma residuos en bloques para construir viviendas. En cada caso, el impacto es doble: se cuida el ambiente y se genera valor económico.
En palabras sencillas, la circularidad no es una moda verde: es una forma moderna y estratégica de competir.
Herramientas para ponerla en práctica
Aplicar los principios de la economía circular implica cambios profundos. Algunas de las herramientas más utilizadas incluyen:
- Ecodiseño: pensar en productos que duren más, que puedan repararse fácilmente y que usen menos recursos.
- Modelos de negocio basados en servicios: como el alquiler, el leasing o el uso compartido, donde el valor está en el acceso y no en la propiedad.
- Simbiosis industrial: empresas que colaboran para aprovechar residuos unas de otras como insumos.
- Tecnología digital: con herramientas como el Internet de las Cosas (IoT), blockchain y big data para monitorear materiales y optimizar su uso.
El Foro Económico Mundial ha señalado que la digitalización es un habilitador clave: sin tecnología no hay trazabilidad, y sin trazabilidad no hay circularidad.
“No puedes gestionar lo que no puedes medir” — Peter Drucker.
¿Qué obstáculos enfrenta la economía circular?
Aunque sus beneficios son claros, esta transformación no es sencilla. Existen barreras culturales, económicas y normativas. Muchas empresas aún no entienden cómo aplicar estos modelos, los gobiernos carecen de leyes que incentiven el cambio, y a veces falta el capital para invertir en innovación.
Sin embargo, se están dando pasos importantes. La Unión Europea ya incluyó la economía circular en su Pacto Verde. China la ha incorporado en su planificación nacional. Y en América Latina, Colombia destaca con su Estrategia Nacional de Economía Circular (2019), una política que involucra a 11 ministerios y busca cambiar la lógica de producción del país.
Empresas como Bancolombia, Grupo Éxito o Postobón ya están experimentando con proyectos piloto. Esto demuestra que es posible avanzar incluso en contextos con restricciones.
Mirando al futuro: ¿hacia dónde vamos?
De acuerdo con Accenture, para 2030 la economía circular podría generar más de 4,5 billones de dólares en beneficios económicos globales. Esta cifra no solo es impactante, sino que revela algo más profundo: el mundo está cambiando, y las reglas del juego también.
Para que la economía circular se consolide, será necesario:
- Fomentar alianzas entre el sector público, privado y la academia.
- Establecer políticas claras que promuevan el ecodiseño, la logística inversa y la innovación.
- Educar a profesionales y consumidores sobre los beneficios de este enfoque.
Además, se necesita una ciudadanía activa, que pregunte, cuestione y consuma con conciencia. Las decisiones de compra también son decisiones políticas.
“No heredamos la Tierra de nuestros antepasados, la tomamos prestada de nuestros hijos” — Proverbio navajo.
La economía circular no es una tendencia pasajera. Es una respuesta concreta a los grandes desafíos de nuestro tiempo y una hoja de ruta para hacer negocios de manera más inteligente. Hoy, más que nunca, repensar cómo producimos y consumimos es clave para asegurar un futuro más justo, sostenible y competitivo.
En Bogotá, donde convergen talento, emprendimiento e innovación, hay un enorme potencial para liderar esta transición en América Latina. La circularidad no es un ideal lejano: ya está ocurriendo. La pregunta es: ¿quiénes se adaptarán a tiempo y liderarán el cambio?